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abril 22, 2005

En la micro

En el preciso instante en que el hombre iba a abordar la micro, la mujer, que estaba sentada en segunda fila, estornudó, expulsando una flemática masa de verdes tonalidades desde su nariz, la que fue a dar directamente a la calva nuca del incipiente pasajero, quien a estas alturas ya se encontraba sobre la pisadera del bus.

El hombre no alcanzó a darse por aludido y, tras pagar su boleto, se sentó al lado de la mujer. Ella, afligida, no encontró mejor manera de sofocar su culpa y compensar el daño producido (sin tener que pasar por el bochorno de delatarse) que tomar la mano derecha del hombre y posarla sobre su sexo. El hombre, sorprendido, intentó retirar su extremidad, pero la mujer, habiendo previsto tal situación, lo impidió con decisión. Él la miró con cara inquisitiva y ella asintió sonriendo, cerrando sus ojos e inclinando la cabeza.

La mujer era joven y exuberante. El hombre, viejo y demacrado. Pero éste comenzó a manipular tan hábilmente el cuerpo de la mujer, que ésta cayó en impensado éxtasis. Durante 8 paraderos más se amaron apasionadamente -a su peculiar manera-, hasta que el hombre reconoció su destino final y procedió a bajarse, sin siquiera despedirse. Seguramente no sospechó los estragos que su inédita técnica amatoria había causado en la mujer, y de lo que estaría dispuesta a hacer si él se lo hubiera sugerido.

Ella siguió a bordo del bus hasta el final del recorrido, con una triste sonrisa en el rostro. El hombre que le había dado el mayor placer de su vida se había ido para siempre, pero con un recuerdo suyo en la cabeza.

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