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julio 18, 2005

Dioses hindúes de ayer, hoy y siempre

Para no estar ajeno a la corriente espiritual que nos invade en la forma de libros de autoayuda, programas televisivos de trasnoche y charlas de maestros orientalistas, decidí partir a la India a recoger de su propia fuente aquel conocimiento primigenio. Lamentablemente, algo me distrajo de mi objetivo (recuerdo que llevaba falda). Sin saber cómo, terminé en Goa, embobado por la gentil oferta de playa, comida india y música tecno, sumergido en el desenfreno de fiestas que sólo parecían ser la continuación de la del día anterior. Afortunadamente, pocas horas antes de emprender el regreso, en el aeropuerto internacional de Bombay (que ha sido rebautizada como Mumbai), dí con el librillo titulado "The Book of Hindu Imagery", el que acabo de terminar ahora, ya en casa. Fruto de esta lectura, ha sido tal mi encantamiento con la filosofía hindú, que decidí que sería muy sabio de mi parte, un día de estos, partir a la India a recoger de su propia fuente aquel conocimiento primigenio... siempre y cuando no se interpongan asuntos más importantes, claro está.

Por todo lo dicho, me ha parecido interesante traer a esta tribuna parte de las cosas que pude aprender, y que podrían ser didácticas para el resto de la comunidad occidental. Me enteré, por ejemplo, de que el mundo entero es tan sólo una ilusión de los sentidos. De esta enseñanza hay que desprender, entonces, que no hay que tomarse tan en serio aquel problemilla económico que nos pudiese afligir, pues es tan sólo una ilusión de nuestros acreedores. También pude saber que estamos viviendo una época de confusión, la era de la diosa Kali (o Kali Yuga), que ha durado ya más de 5 mil años. De esto hay que tomar nota para que, la próxima vez que esté usted a punto de enfocar todas sus energías a una labor crítica (como cuando decide salir a protestar a la calle por un gobierno incompetente, cuando adopta una actitud ecológica demasiado radical, o cuando, sencillamente, dedica junto a sus amigos toda una velada a hablar de un tal Bush)... decía pues, que la próxima vez que quiera desperdiciar su vitalidad en oponerse al rumbo de las cosas, hará bien en apaciguarse y tomarse todo con más calma, pues al fin y al cabo no hay nada que podamos hacer: estamos aún bajo el influjo de Kali (y quedan un par de años más, pues cada Yuga dura exactamente 432.000 años). Sin embargo, hay otro tema, uno más de los que tuve la oportunidad de conocer gracias al espléndido libro que ya mencioné, al cual me gustaría dedicar más espacio: los dioses del hinduismo. Inauguraré así una sección que he querido llamar "Dioses hindúes de ayer, hoy y siempre". Y quién mejor para comenzar que el inconfundible Ganesha, el rey indiscutido de los dioses zoomorfos.


En la India, todo aquel que emprende un nuevo proyecto se encomienda a Ganesha (ya quedará claro por qué). Esto lo constituye en uno de los dioses más populares del subcontinente. Los primeros misioneros cristianos encontraron allí muy extendido el culto a "animales" (Hanumán, el simiesco amigo de Rama, es otro de los preferidos a la hora de la adoración). Así se explica que el hinduismo haya sido considerado en un principio como una religión muy primitiva, idea que subsiste en muchas personas hasta el día de hoy. Por ello, antes de empezar, habrá que aclarar el concepto de que los dioses hindúes son sólo arquetipos, en el sentido de "imágenes con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo"; son símbolos y, como tales, extremadamente abstractos. Más de algún hindú creerá que por allí anda Ganesha, y que su mejor amigo es, efectivamente, un ratón. Igualmente, se podría decir, hay cristianos que creen que por recorrer cien kilómetros de rodillas tienen derecho, sin concursos ni sorteos, a ver cumplidos sus más íntimos deseos. Nada de esto forma parte de las enseñanzas del hijo del carpintero, quien sale así libre de reproche. Que lo mismo corra, entonces, para el hinduismo.

Primero, el mito: cómo consiguió Ganesha su cabeza de elefante. En cierta oportunidad Shiva, el más cool de los dioses hindúes, salió de paseo por los himalayas. Parvati, su temperamental consorte, dio a luz en su ausencia a un hijo, Ganesha. Los paseos de Shiva podían llegar a durar, en ocasiones, un buen par de miles de años. Por esto a veces se sugiere que Parvati habría creado unilateralmente a su hijo, a partir de un poco de su propia mugre, para que le hiciera guardia mientras tomaba un baño. Si fuese cierto, Ganesha no sería propiamente hijo de Shiva, pero los hindúes no cuestionan estos detalles civiles y, sea cual fuere la versión del mito, consideran a Ganesha como el legítimo hijo de sus dos padres. En cualquier caso, como queda claro, no le tocó nacer en el seno de una familia tradicional.

El día del baño de Parvati, ésta había encomendado a Ganesha la labor de resguardar la puerta de casa, sin dejar entrar absolutamente a nadie. Sucedió, como suele ocurrir en estas historias, que en ese momento hacía su retorno don Shiva, quien se encontró en la puerta de su propia casa con un mocoso, muy testarudo, que no lo quería dejar pasar. Era Ganesha, por supuesto. Su persistencia y firmeza para cumplir su labor le costó caro, pues Shiva, después de intentar hacerle entender quien era, decidió poner en práctica aquello de "por la razón o la fuerza", y degolló a quien era por entonces su único hijo. Cuando Parvati se enteró, se enojó mucho e hizo un escándalo de proporciones, que sirvió para rellenar cientos de páginas de literatura sagrada. Para aplacar su ira, Shiva ofreció reemplazar la cabeza de Ganesha con la del primer ser vivo que se asomara, pues la cabeza original, en el intertanto, se había perdido. En eso apareció un elefante. Shiva miró a Parvati inquisitivamente; ella le devolvió la mirada con aprobación; y lo que comenzó como una tragedia griega, terminó como una tragicomedia hindú.

Ganesha es un niño; nunca dejará de serlo. Es como con Los Simpsons: siempre aparece Shiva, Parvati, y sus hijos, Ganesha y Skanda, todos de la misma edad. Ya está dicho: los dioses hindúes son un símbolo, un modelo de virtud. Las características de Ganesha se aprecian todas en su representación física. Como niño, es ingenuo e inocente. Su gran cabeza es evidencia de un intelecto superior. Sus ojos pequeños reflejan gran capacidad de concentración, mientras que sus orejas anchas, buena atención. Su amistad con un ratón (con quien siempre aparece acompañado), es muestra de la tolerancia que Ganesha manifiesta hacia todas las criaturas. Podrían ser mencionados otros detalles, como los objetos que sostiene en sus manos o los adornos de su atuendo, pero finalmente es la tenacidad su característica primordial. Por algo se le conoce también como Vigneshwara, o "eliminador de obstáculos". Con un poco de su persistencia, saben los hindúes inconscientemente, es posible sobrepasar cualquier valla y llevar a buen término cualquier tarea. Esto justifica que todos se encomienden a él a la hora de abordar un nuevo desafío. Porque la claridad de objetivos es la que nos conduce al éxito, o a cual fuere nuestro destino inicial, para así no quedar varados a medio camino, como por ejemplo en una playa, de fiesta en fiesta hasta el fin de los días. Por eso, para la próxima, me encomiendo sin falta a Sri Ganesha.

Om Tat Sat

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